viernes, 31 de julio de 2009

Viernes, 31 de julio

Nos levantamos, desayunamos, revisamos los coches, repartimos material escolar y emprendemos un nuevo día a través de Mongolia.

Cogemos otra vez la nacional, eso sí, sin asfaltar y transitamos durante varias horas contemplando el bello paisaje mongol. A lo largo del camino contemplamos montañas totalmente desarboladas de tonalidades, ocres, rojizas, grises, cuya tonalidad va variando en función de la iluminación y a medida que nos vamos desplazando.

Los valles generalmente son muy abiertos, semidesérticos con manadas de caballos, rebaños de ovejas y cabras y de vez en cuando nos encontramos camellos diseminados a lo largo del valle o formando pequeños grupos.

A la hora de la comida Alex comenzó a sentirse mal y decidió tumbarse en la esterilla mientras nosotros comíamos.

Mientras comíamos nos superaron los primeros españoles del rally a Mongolia. Eran tres, venían en un coche bastante viejo y destartalado y se pararon a hablar con nosotros; unos tres minutos ya que tenían mucha prisa por llegar. Uno de ellos era de Ávila y habían salido de Madrid el día 19 de Julio, con lo que llevaban unos 12000 km en 11 días. Suponiendo que han tardado medio día en cruzar las fronteras nos quedan 10,5 días. Por tanto, han hecho al día una media de 1150 km por carreteras que a partir de la Comunidad Europea están en bastante mal estado. Eso supone una media de 14-15 horas/día al volante (sin parar ni a mear). Otra forma de viajar y ”de conocer otros lugares”, que por supuesto no entiendo.

Viajamos otras tres horas y paramos en un marco incomparable al lado de un río y rodeados de montañas. Luis y Jeny disfrutaron de este bello paisaje dándose un paseo y lavándose en las sinuosas y cristalinas aguas del río.

A Alex le dolía la cabeza y estaba con fiebre y se metió inmediatamente en la tienda. Yo empezaba a encontrarme también mal, ya que me había sentado mal la comida. Después de lavarme los pies en el río y comprobar que tenía diarrea, me metí con Alex al amparo de la tienda.

Esa noche, llegaron dos niños a vernos y al intentar cruzar el río uno encima del otro , ya que uno de ellos tenía botas de goma, se cayeron y se mojaron.

Al poco tiempo, se aproximó a nosotros un hombre ebrio montado a caballo y estuvimos “gestualizando” un rato con él. Me imagino que llegaría bien a casa, debido a que el caballo se sabía el camino e iba en mejor estado que él.

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