Rellenamos todos los papeles de customs y demás y sorprendentemente, el oficial de registros (un armario de dos por dos, Luis parecía un niño a su lado) nos echó un vistazo al maletero y nos dijo que siguiéramos, todo bastante bien y rápido, con lo que al final le debemos dinero a los rusos por las multas que no nos pusieron. Muy bien por ellos.
La frontera de Mongolia fue otro cantar, eran casi todo chicas salvo los dos bicharracos que mandaban en ella. Cuando llegamos ya había allí dos coches del mongol rally y otro de un rally inglés ESPERANDO.
Después de intentar que entendiesen que el coche lo íbamos a donar a una ONG, nos cobraron las tasas de importación. Al jefe le costó entender que un coche matriculado en septiembre de 1999, hasta septiembre de este año 2010 no tenía 10 años y por tanto el tramo de impuestos era del de un coche de menos de diez años. Para que lo entendiese al final tuvimos que llamar a la Cónsul Honorífica Española en Mongolia (Oyuna) que en tan sólo 31 minutos de llamada con nuestro móvil acabó entendiéndolo. Pagamos los 1350 dólares por coche y salimos de allí. ¡¡¡Por fin!!!
¡¡¡¡ESTABAMOS EN MONGOLIA!!!!
Yurta
Hay que decir que los ingleses que estaban intentando pasar eran bastante arrogantes y engreídos, se quedaron allí durante la noche (se lo merecían). Como ya era tarde, porque nos tiramos en la frontera mongola desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde (sólo estábamos cuatro coches para pasar) decidimos hacer noche allí en el pueblo de la frontera (cuatro casas y dos yurtas). Esta vez el hotel es una yurta.La llegada al “hotel” fue de chiste ya que al entrar en el corral de la yurta nos atiende una abuelilla con su nieta en los brazos y nos hace pasar a la yurta. Allí hay “algo” tumbado en una de las camas y la abuela nos dice que quien nos debe atender está tumbada en la cama pero que está borracha. Al preguntarle el precio del hotel nos balbucea algo y al rato de no hacernos ni caso decidimos salir decidimos salir de allí. Cuando llegamos al coche, nos encontramos a un paisano borracho como una cuba que no encuentra lo que busca y que nos indica a trompicones que vayamos al bar. Es tanto la insistencia que agarra a Miguel por el brazo y se lían de zarandeo (casi todos llorando de risa).
Nosotros en la yurta
Al final pasa por allí el señor que nos hizo el seguro del coche y le pedimos que hablase con la mujer de la yurta para alojarnos allí. En un momento la puso en marcha y fue como ponerle un petardo en el culo a la señora, entre resaca y todavía pedo la mujer nos atendió.La señora era una verdadera fiesta, en vaqueros y con una redecilla de hospital en la cabeza, nos enseñó la yurta de al lado, que era en la que nos íbamos a quedar. Acabamos con gorros mongoles, cenando con ellos y brindando con vodka sobre todo la ñam ñam (nombre con el que denominamos a la señora, ya que era la forma que tenía de indicarnos que debíamos ir a cenar).
Fue una tarde-noche de lo más divertida y lo que fue una llegada con incertidumbre sobre si sería recomendable quedarnos, se convirtió en una de las noches más divertidas. La familia de la ñam ñam era de lo más prolífico, allí llegaba y se iba gente continuamente, y nos los presentaban a todos, niños, mayores, mujeres, hombres,…
La paisana continuó con su pedo ahora acompañada de toda la familia y nosotros.
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