Habitante de Bukhara
en su casa
Paseando por una de las calles menos turísticas un anciano nos invitó a pasar a su casa, en cuya entrada había una cocina desvencijada donde cocinaba arroz con carne y pasas (polo), un pequeño salón con televisión y en una de sus paredes había un mueble donde colocaba sus adornos y útiles de cocina. En una habitación cruzando un pequeño patio era donde dormía, ésta contenía un pequeño mueble donde guardaba su poca y desgastada ropa. El suelo estaba cubierto de alfombras y dormía encima de una jarapa de tela.en su casa
Bhukara a pesar de tener más fama que Khywa nos impresionó menos, aunque posee bellísimas mezquitas, minaretes, medersas...
Volvimos de la visita a la ciudad hacia el hotel para ver si querían comer, pero Luis y Yeni seguían igual.
Nos fuimos a comer a un bar típico, pidiendo para comer dos empanadas de carne con cebolla (samusa), y un bol que contenía una especie de sopa hecha a base de espaguettis caseros, zanahoria, patata, carne de cordero, pimienta… pidiendo además tres bebidas y nos cobró 7.000 sum. El sum es la moneda uzbeka y aunque el cambio oficial está en 1 $ a 1.500 sum, hay cambistas que cambian los dólares a 1.800 sum. Concretando, que la comida nos costó aproximadamente 3 euros.
Después de comer regresamos a echarnos la siesta, ya que las buenas costumbres no hay que perderlas. Tras la siesta nos animamos los cuatro a dar un paseo, pero Yeni y Luis aguantaron media hora aproximadamente. Creo que no hace falta dar detalles del porqué y del cómo regresaron.
Fuimos al mercado a comprar enseres para la diarrea. El paisano que nos cambió el dinero el día anterior, al preguntarle por un supermercado y explicarle el motivo, nos dijo un remedio para la diarrea consistente en té negro, hierbabuena que nos proporcionó él y a estas hierbas metidas en agua hirviendo, había que añadirles ademá un edulcorante amarillo que cristaliza formando grandes piedras.
Les compramos yogurt y le dijimos al recepcionista del hotel que les hiciera un poco de arroz hervido que le tuvimos que prestar, ya que no tenían en el hotel. Al bajar con nosotros a la calle y observar todos los enseres que teníamos metidos en un coche tan pequeño no daba crédito, pero no fue nada comparado con lo que se sorprendió al decirle de dónde veníamos y a dónde íbamos.
Por la noche descanso y un “pasapalabra”.
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