Hemos dormido muy cerca de la frontera. Nos levantamos y a enfrentarnos con la policía Kazaja de nuevo, aunque nos apetecía salir ya de Kaza.
La verdad es que en la frontera de salida de Kazajstán, bastante moderna por cierto, nos fue muy bien, todo personal joven y todos hablaban inglés. No nos revisan más de la cuenta y sin problemas, esto nos ayuda un poco a reconciliarnos con el país.
La entrada en Rusia, también temida por nosotros sin problemas, no hablan apenas inglés pero muy correctos, cumpliendo con su trabajo, no soltamos ni un chavo y sin apenas revisarnos. Tres horitas y ala, a correr.
Carretera rusa muy buena, respetando todos los límites escrupulosamente y hacia Barnaul, donde encontramos un hotel carillo pero merecía la pena después de llevar seis días en el campo.
La recepcionista es un cayo, que además no habla ingles y hasta que conseguimos que nos haga el registro nos cuesta nuestro tiempo.
Duchita, por fin. A cenar a un restaurante guapo, donde no hablan inglés ni tienen la carta en inglés. El dueño llama a un heavy melenudo, entradito en años, tartaja, un poco torpedo que apenas habla inglés, imaginaros el percal, para que nos recomiende qué pedir. Después de unas risas pedimos y se marcha el heavy.
La cena realmente estupenda, un poco carilla pero se paga a gusto. A dormir en camita, por fin.
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