Miramos por debajo y vemos lo que llevaba haciendo ruido dos días, los silentblocks (articulaciones elásticas) de los brazos de suspensión del coche de Luis están devorados. El coche se balancea de atrás si lo empujas y golpetea a cada bache. Los kilómetros de pistas y la alta velocidad empiezan a pasar factura.
Tiene muy mala solución pues hay que sustituirlos por unos nuevos y de estos coches no hay recambios aquí. Los ánimos se nos vienen abajo, no sabemos si llegará el coche a Ulaan Bataar ya que nos quedaban 1.000 km todavía, de los cuales unos 600 eran de pistas. Vamos a la gasolinera y el depósito estaba lleno, por tanto dedujimos que el marcador de la gasolina estaba averiado y ésto nos empieza a animar. Decidimos parar en un taller a ver si nos lo solucionan.
El taller es un descampado al lado de una casa, la jefa, además de recepcionista, controla todo el cotarro. Al principio no sabíamos ni quiénes eran mecánicos ni quiénes no, pues allí todo el mundo metía mano a todos los coches que había. Nos dan precio y tiempo (1,5 a 2 horas) de reparación.
Cuando empiezan a desmontar vemos los silentblocks que son especiales, ¡mala espina! Nos llevan a un cuartucho y buscan silentblocks usados “parecidos”. Pienso que sería un milagro que tuviesen las mismas dimensiones, habrá que ver cómo los adaptan.
El corte en el silentblock
La jefa nos dice que los recambios van a parte, regateamos y llegamos a un acuerdo. Según va pasando el tiempo se va juntando gente alrededor a ver qué solución le dan y acuerdan cortar el silentblock con su alojamiento con la radial y soldarle el “nuevo”. Sabía que iba a flipar pero no tanto.El mecánico que se pone con nosotros es muy poco espabilado y de vez en cuando le hacemos algunas cosas, sobre todo Luis que se desespera. Luego vimos que la gente en el taller se hace lo que puede y sólo deja a los mecánicos las cosas que no pueden hacer, como las soldaduras.
El coche levantado
Nos tiran el coche una vez al suelo, pues está levantado con una borriqueta totalmente inestable. Desde entonces subimos y bajos nosotros el coche.Después de aportarles algunas soluciones e ideas consiguen cortar y soldar los “nuevos”. Esto llevó unas seis horas, entre tormentas de aire y agua. Salimos y una rueda hace el mismo ruido, quizá más, y la otra menos, porque las piezas no eran las que debían ser.
Por la tarde y sin comer continuamos camino a un ritmo mucho más tranquilo para que el coche pueda llegar sin dejarnos tirados. Los Dioses están con nosotros, la pista está bastante mejor que otros días ya que con la lluvia el tolé ondulé se nota menos.
Ya casi al anochecer llegamos a un poblado donde hay un señor que habla inglés bastante bien, es profesor y estudió cuatro años en Moscú, seis en Budapest y ha viajado a Italia, Grecia...
Le dejamos una caja llena de material y nos dan queso y una especie de postre hecho con leche, es como un yogur muy fuerte deshidratado, que no nos va mucho porque huele y sabe a corderazo.
El señor dice que no vamos por la pista principal y que con los coches que llevamos no podremos cruzar el río. Debemos ir hacia el norte unos 10 km y coger la pista principal que tiene construido un puente. Acampamos en una zona que nos indica y dice que por la mañana nos indicará la pista principal.
Luna llena, un sitio precioso al lado de una colinitas.
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